jueves, 20 de diciembre de 2012

A tu guerra no fui

Me perdí el encuentro que definió nuestro futuro, aunque en realidad no haya ninguno.
Una parte de mí lo supo, pero olvidó avisarme. Yo tampoco habría escuchado, porque no creía en palabras de niños y me ocupé sembrando y escogiendo verduras, en mi nuevo hobbie de entonces, que era el huerto.
Las berenjenas y pimentones me distrajeron con sus colores y el jugo de los tomates ocultó las lágrimas.  Confundí la sangre en las rodillas con tierra, y te traté de negligente por no ayudarme con los retoños, olvidando que no podías arrodillarte.
Un día de noviembre, terminando de recoger la cosecha que sobrevivió a la lluvia, vi una carta bajo mi puerta.
Era una carta sucia, con manchas de dedos y bordes quemados. La abrí e inmediatamente se me cayeron los tomates.
Era un ÚLTIMO AVISO, con varias páginas de PREAVISO anexadas y en ese momento entendí todo:

Perdimos.

Tarde


Aún no sé si fue buen negocio cambiarte por el mundo.

Tengo muchos zapatos nuevos, de colores que te gustarían, pero ya no tengo tus pies.

Dormir a media tarde ya no es tan fácil. Aunque no sea domingo, hay un silencio y una brisita tibia, acompañada de luces blancas que me espantan el sueño. Hay ruidos a lo lejos que nunca traen tu voz, porque tu voz ahora es diferente y ya no se deja llevar por brisas, no come de mis palabras dulces o ternuras repentinas, ni llora por mis insensateces.

En el mundo están todos, menos tú; lo que quiere decir que es un mundo a medias.  Al menos tú estabas completo.