Me perdí el encuentro que definió nuestro futuro, aunque en
realidad no haya ninguno.
Una parte de mí lo supo, pero olvidó avisarme. Yo
tampoco habría escuchado, porque no creía en palabras de niños y me ocupé
sembrando y escogiendo verduras, en mi nuevo hobbie de entonces, que era el
huerto.
Las berenjenas y pimentones me distrajeron con sus colores y
el jugo de los tomates ocultó las lágrimas.
Confundí la sangre en las rodillas con tierra, y te traté de negligente
por no ayudarme con los retoños, olvidando que no podías arrodillarte.
Un día de noviembre, terminando de recoger la cosecha que
sobrevivió a la lluvia, vi una carta bajo mi puerta.
Era una carta sucia, con manchas de dedos y bordes quemados.
La abrí e inmediatamente se me cayeron los tomates.
Era un ÚLTIMO AVISO, con varias páginas de PREAVISO anexadas y en ese momento entendí todo:
Perdimos.