domingo, 11 de agosto de 2013

La duda

Como siempre, todos lo sabían antes que yo. Pero esta vez lo que me dolió fue que, particularmente, él lo supiera.
No sabía qué iba a hacer con este presentimiento/certeza que se me asomaba por cuanto agujero me encontraba.
Ya no tenía tranquilidad.
Y como siempre, uno se pregunta ¿en qué momento pasó esto? 
Como si estar alerta del inicio te diera algún tipo de ventaja ante el final fatídico. Como si no fueran precisamente esas alertas las que no te dejan vivir tranquilo ahora. Como si no supiera que esa cualidad de predecir el futuro es la que impulsa dicho final.
Tenía dos opciones: dejarme tentar y andar de la mano con mis miedos, permitiendo que me condujeran a un suicidio prematuro... O dudar.
Aún vivo. Y nunca había sido tan hermosa la duda.

jueves, 1 de agosto de 2013

La torpeza puede llegar a ser tierna... Creo que la torpeza es parte del lenguaje de la inocencia.

Cordones

"No sabes la inocencia que tienes, hasta que la pierdes", me dijo e inmediatamente se disculpó por pisarme los cordones.
De vez en cuando nos tropezábamos los brazos por caminar en zigzag, pero a ninguno parecía molestarle, por eso me tomó por sorpresa la disculpa de los cordones. "Confiar en otros hace falta cuando más lo necesitas y si empezaste a valorarlo, es porque de algún modo lo has perdido..."
Yo creo que la confianza no se pierde toda... Y que tanto ella, como la inocencia, disminuyen gradualmente, como piezas de rompecabezas que se van extraviando. Nadie vuelve a encontrar nunca las piezas, y eso hace mi posición algo triste. Lo bueno, es que al principio el rompecabezas aún se lee.
No es tan malo caminar en zigzag, chocar los hombros, de vez en cuando puede ser reconfortante.
Y que no se pierda la bonita costumbre de disculparnos por pisarnos los cordones.



Querido 2

Hay que aprender, Carlos, hay que aprender.
No podemos agarrarnos siempre de los mismos sentimientos, por el tiempo y todo eso, pero sobretodo, porque nos estamos poniendo viejos...
El problema cuando te creas una identidad basada en el sentir de un instante es ese: cuando el sentir cambia, te cuesta mantenerla. A mí me esta costando todo esto, hay tantos cambios, principalmente ahora que me dices que me quieres y que sabes su nombre...
La etapa de transición se terminó, Carlos. He llegado a una orilla y ando aún con los remos y la balsa al hombro.
No se si guardarlos o venderlos, necesito el dinero... Pero también es verdad que podría necesitarlos más adelante.
Y sabes, de verdad, de verdad, ¿qué es lo que necesito? No, no es un hombre como tú... 
Lo que necesito es un trabajo.