lunes, 7 de octubre de 2013

Orgullo

Subía las escaleras a un ritmo contante y frenético, como si una pausa o desaceleración fuera algún tipo de deshonra.
Competía contra él mismo, porque nunca se había atrevido a competir con nadie más. Al principio de su vida, creía sinceramente en su superioridad frente a sus pares, luego se dio cuenta que lo realmente grande era su orgullo. Grande y frágil.
Nunca se permitiría subir las escaleras con paciencia, pues cualquiera podría confundirla con cansancio o con una capacidad pulmonar reducida. Se exigía para no pasar por débil ante los desconocidos fugaces de todos los días.
El lugar al que se dirigiera era lo de menos. Cada paso era una declaración de juventud y energía, el sonido rítmico lo confirmaba, y cuando la escalera terminaba, asumía nuevamente la horizontalidad irremediable con un suspiro de resignación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario