miércoles, 15 de julio de 2015

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A Chusie,
los recuerdos son imperfectos, lo sé.

Nunca importó mucho la música.
Estaba todo el tiempo la risa escandalosa y las historias en voz muy alta para amenizar. 
Descripciones gráficas en el aire o en papel con las que yo entendía exactamente lo que querías decir.
Eso fue tu compañía.
Recuerdo una vez en un restaurante de crepes.
Era de esos lugares tan concurridos por familias que tienen manteles para pintar. Le pediste al camarero crayones de distintos colores e hiciste énfasis en que eran para ti. A pesar de eso, el tipo seguía poniendo cara de tonto y pareció que estuvo a punto de buscar al niño debajo de la mesa.
No sé qué me contabas ese día, pero los dibujos ocuparon todo el espacio.
Iban hacia muchas direcciones, caminos azules esquivando los cubiertos, círculos rosa alrededor de las servilletas y muchos nombres en amarillo, verbos verdes, mapas rojos, borroneados por los aros húmedos que dejaban los vasos.
En realidad, creo que las historias eran una excusa y lo que te gustaba era rayar, hacer líneas de colores libres. El significado era lo de menos y es verdad, estar ahí era suficiente.
Una limonada de coco y reíamos enfrascadas en explicaciones innecesarias, convirtiendo anécdotas en películas.
Siempre alcanzó el tiempo para lo que nos quisimos decir.
Reproches, malos entendidos, comentarios paralelos, ampliaciones, declaraciones de amor, hombros, manos, lágrimas, cumplidos, abrazos.
No quedó nada incompleto. Sin embargo, hoy siento que faltó.

Nos falta.

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