viernes, 2 de noviembre de 2012

Sacapuntas de mesa


Pocas acciones me generan tanta nostalgia como sacarle la punta a un lápiz.

Miro los sacapuntas actuales y recuerdo el metálico que tenía mi profesora de preescolar.
En ese entonces, tenía todas las inseguridades y aún me causaba ansiedad y me atormentaba el futuro.
Cuando enseñaban la B y la N, yo ya conocía la RR y la Z, lo cual me dejaba mucho tiempo para pensar.

Ahora soy consciente de que tenía pensamientos e ideas maduras para mi edad, que nunca compartí, 1ro, porque, gracias a mi timidez, no podía articular más de 2 frases fluídas con un adulto y 2do, porque, ¿qué va a saber uno a los 5 años?

Patinaje, pintura, natación, pintura, guitarra, pintura, artes plásticas (incluyendo pintura obvio). No hice baile, porque era muy tímida.
Habría sido chévere poder aprender más cosas en esos tiempos, porque todo lo que leía o escuchaba, se me quedaba grabado; pero sólo pude aprender lo que el MEN, la televisión y los libros existentes en mi casa quisieron que aprendiera: Nada útil.


La dinámica social, hablar a personas que no fueran mis padres, expresar mi voluntad, y hacer nuevos amigos eran cosas que no dominaba.
Prefería tener examen de español y matemáticas que un break para jugar con mis compañeros. La plastilina era muy predecible y los demás niños, muy poco acogedores.
Nunca entendí cómo había niños a los que no les daba pena ser niños en público. No les daba pena decir bobadas que no entendía la gente, referirse a sus personajes favoritos, no saber nada de los temas importantes de la vida. No sabían que el mundo era más grande y complejo! ¡No sabían que eran sólo niños!

Yo sí sabía. Y fue lo peor que me pudo pasar en la vida.

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